“La vida coge otro color, otra dimensión…”

 

El comienzo de este año ha sido rompedor y distinto, no sé si por intercesión de los Reyes Magos, pero he tenido un regalazo que hasta ahora me ha cambiado por completo la manera de vivir y ver las cosas. Tuvimos la bendición de recibir la visita de Susana Ayala y El P. Carlos Luján, L.C. que vinieron a impartir un retiro de Identidad. Un retiro de Sanación de heridas. Al principio he de confesar que pensé que esta actividad era más en sentido apostólico, es decir, para ayudar a gente con heridas muy profundas o con vidas con episodios muy traumáticos. Pero al tener una entrevista con los predicadores, nos dijeron que estaba abierto a todo el mundo, que mucha gente estaba teniendo bonitas experiencias y que consistía en abrir el corazón al Espíritu Santo que nos ayuda a crecer, rezar y sanar heridas que todos tenemos en mayor o menor medida. Al escuchar eso pensé que realmente todos tenemos algo que sanar y decidí no solo apuntarme sino hacerlo con mi esposo, para los dos poder compartir la experiencia y crecer juntos. Al impartir el retiro una consagrada y un legionario de Cristo nos dio absoluta confianza y nos lanzamos a ello.
Al inicio del retiro, una de mis expectativas era que llevaba más de la mitad de mi vida luchando contra mi famoso defecto dominante. Unas etapas con más o menos autoconocimiento y más o menos lucha de frente contra el pecado. A veces había desesperado sin ver resultados, o volviendo a caer una y otra vez, es decir, confesándome casi siempre de lo mismo. El retiro consistió en poco a poco ir profundizando en la maravilla de ser hijos de Dios y partir desde ahí redescubrir nuestra identidad.
Creo que una de las mejores experiencias del retiro es ir experimentando cómo el Espíritu Santo va guiando e iluminando en todo el amor que Dios nos tiene y ahí está nuestro verdadero valor, en que nos ha hecho sus hijos. Y con esa misma luz ir viendo también de donde viene la raíz de ese pecado que nos hace alejarnos de Él. Los pecados van relacionados con una herida que hemos tenido, quizá desde la infancia, y gracias a identificarla, eres capaz de entender y de tener una cierta autocompasión para de ahí darle otra visión. Como si vieras tu día a día con gafas, con una claridad que nunca habías visto. Y sobre todo, lo más importante, es que haces consciente la realidad del gran regalo de que soy hija de Dios. Desde ese punto de partida la vida coge otro color, otra dimensión. Siempre he agradecido la formación que he vivido en el Regnum Christi, pero he de reconocer que esto es totalmente nuevo y coge otra perspectiva. No cabe duda que el Espíritu Santo en el Regnum Christi va guiando y suscitando más regalos cuando nos abrimos a su gracia. Ya por último, tuve la bendición de tener un rato de oración de intercesión, y ya fue la guinda del pastel. Las luces y gracias que tuve en ese momento fueron maravillosas que después de 3 semanas sigo meditando y reflexionando cada día.
En definitiva el Espíritu Santo es el gran desconocido y como dicen los predicadores, Él viene siempre que lo invitamos, así que a seguir…
Doy gracias a Dios porque no deja de volcarse en nosotros y hacer nuevas todas las cosas y gracias a los predicadores por ser dóciles a la llamada y con mucho celo compartirlo y poner esos dones al servicio de los demás.

 

TESTIMONIO DEL RETIRO DE SANACIÓN ESPIRITUAL

Leticia Rico

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